10/3/08

“Modus cursi” ou ce qu’on écrit quand est tombé amoureux

A veces es como si una parte ajena a uno se pusiera, bajo esta misma apariencia, a decir cosas que uno pensó no decir. Pero dijo, con toda la realidad de la escritura, con todo lo cierto que somos creer no-ser, la enajenación de lo que somos y no somos alternativamente, y, como sea, una sola y única cosa (si es que esta palabra alcanza para este caso) con planos y territorios fantasmáticos que, además, constituyen un conjunto infinito que, en esos misterios de las matemáticas y las enumeraciones de lo fragmentable, se realiza en un espació concreto. Como el conjunto de Cantor, infinito en un espacio aparentemente agotable y delimitado, tendiente tercamente a su anulación, a su aniquilación, sin jamás conseguirlo por su infinites infranqueable... pero esto es sólo mala poesía de domingo y, tal vez (busco elefantes mojados en las nubes), nada tiene que ver, nada tiene que hacer. Pienso en las cosas del espirito, del alma, de esas cosas, en las que uno nunca deja de ser un recién nacido que no reconoce sus propias extremidades, se las vive ajenas y hasta se las teme. Y mi amor es a veces ese brazo moviéndose allá, aterrador, por una voluntad más grande que no termino de reconocer. El amor sintomáticamente nos vuelve esquizoides... ni siquiera nos vuelve, sólo lo remarca, lo delinea, lo dibuja en el horizonte algunas veces para la conciencia. La pobre que sólo entiende de imágenes y mapas y esta no la puede procesar; el resultado antes de atascarse: “moi est un autre”. Narciso deshojado o una bailarina de valet con una pierna que, al bailar, ya no la reconoce.
Y eso. “Toda la realidad de la escritura”, como alguien dijo apenas hace un tiempo. Lo cual puedo hacer caer y luego levantarse desde la tierra, desde el fondo de lo abyecto:

Siete igual a siete

Todo lo has llenado,
sin estar tú lo llenas.
Te tengo siempre como
ausencia, un suspiro.
Tú eres mi llanto, tú,
o la espera en que
sin estar te espero.

Y eso. Lo que uno escribe cuando está enamorado. “Siete igual a siete”, un verso de siete sílabas más siete versos de siete sílabas de las siete letras del nombre de ella, que, para los curiosos, se forma como un acróstico desorganizado a lo largo de la consunción de la lectura. Lindo ¿no?.
Pero, de nuevo, “toda la realidad de la escritura”. Miro esas enunciaciones yacientes en alguna parte, fuera de mi, de ella; yacientes como desechos bajo el agua en el fondo de un excusado, bajo el terror de que, alguien, por descuido o con alguna intención de origen desconocido (yo, ella o cualquier otro), venga a accionar la palanca para que el espacio quede de nuevo libre. He de sacar entonces esas expulsiones mías de ese contexto, aún que las desconozca, y enmarcarlas justo aquí, como una polución sobre un papel que fijo con un clavito a la pared. Esperando no esperar, esperando, que algo crezca allí: hongos, fantasmas que he de cortar: flores, raíces, otros amores, entre la hierba: que a alguien le haga crecer algo: árboles que nacen desde el fondo de un río: que el agua lleve ruidosa y calma y agitadamente sobre su camino: que crezca allá, en un lugar no visitado: para mi cuando lo haya perdido, para mi cuando vuelva a encontrarlo, para “mi”, sobre este pronombre extranjero.
Seguramente mañana cambiaré, me negaré de haber dicho... con todo el derecho y la responsabilidad de ser yo y no ser yo alternativamente, de ser yo. Un hablante, un escribiente, un eyaculador, un sembrador bajo la cruel fascinación de la cosecha que vuelve a dejar yermo el horizonte, otra vez... otra vez.

***

Y otras cosas:

1 Me duele la espalda y el cuello de trabajar dos semanas sin descanso, engañando, vendiendo a la gente seguros que, seguramente, bajo las trampas de este sistema, no llegarán a cobrar, incluso si estuvieran en todo su derecho.

2 A veces quisiera ser más idiota, idiota en otro sentido, y no pensar en las consecuencias de las cosas.

3 Una cita mutilada de Patocka en un libro de Diarrea... digo, de Derrida: “Le problème de l’histoire [...] doit demeurer un problème.” Siempre hay algo que se queda.

4 Más confesiones: nunca he hecho el amor, sólo he tenido sexo. La sola vez que lo intenté fue un desastre.