28/4/10

Huapangos


…tomamos la carretera federal 57, la cual tiene harta carga vehicular a todas horas, constituida en su mayoría por camiones de carga que se dirigen a la ciudad de México. No obstante, y gracias a una cantidad de factores más o menos enumerables que siempre pueden simplificarse en Dios, el tránsito está fluido y la gran mayoría manejamos a exceso de velocidad. Sí, esto se parece a México, una serie de reglas arbitrarias, absurdamente restrictivas basadas en un mundo irreal que, por lo tanto, nadie respeta; y, por supuesto, siempre hay por ahí algún funcionario, vigilante de la ley, preparado para quitarte un poco del dinero que traigas encima o, en su caso, del que hayas ahorrado todo tu vida… A lo lejos veo una patrulla de la policía federal y disminuyo la velocidad. Sí, también está la otra parte, en México somos unos cabeza-de-culo y si aumentaran los límites de velocidad nosotros iríamos aún más rápido. Alguien comenta que el hecho de que haya tanto tráfico de mercancías, tantos tráilers en la carretera, es un signo de que la economía está mejorando. Seguramente sí, México calificó como el treceavo país más rico, salvo que si el análisis se hace sobre los individuos que lo constituyen, la calificación no es nada favorable, no por nada el 50% del total de los pobres en Latinoamérica generados por la crisis actual son mexicanos. La riqueza se sigue polarizando pues, y el mercado interno desaparece cada vez más.

Llegamos finalmente a la desviación hacía Cadereyta, las carreteras en este estado están bastante bien, de la desviación hasta Cadereyta el camino sigue de cuatro carriles. Memo comienza a contar algunas anécdotas de su infancia en San Joaquín, uno no puede dejar de sentir un nudo en la garganta; un poco sí, un poco no, por lo bueno y lo malo; como siempre. Memo creció en una comunidad en ese municipio, que forma parte de la Sierra Gorda; aunque tuvo que andar un poco de aquí para allá para poder estudiar. Hizo la primaria en Bizarrón, por ejemplo, dónde le dio asilo un maestro, el cual lo ponía a trabajar como burro en su casa. “El pinche viejo abusaba –dice-, seguro pensaba, que al cabo estos chamaquitos de la sierra son bien chambeadores… y el puto, tenía el descaro de preguntarme al siguiente día en su clase por qué no había llevado la tarea”.

Ya para ese momento habíamos pasado Bizarrón, aquí la carretera ya es de dos carriles pero está muy bien conservada, y a unos cuantos kilómetros adelante está la desviación hacia San Joaquín. De ahí, hasta la mera cabecera del municipio, el camino son sólo curvas y barrancos. Y como olvidar aquella primera vez que conduje por esa carretera y casi nos damos en la madre en la primera curva. El anécdota se cuenta, y todos reímos, como es normal. Ya entre los cerros, cruzando parte de la sierra gorda, Memo sigue contándonos las chambas que tenía que hacer cuando muy niño, ir por leña, agua, o hacer pedazos los troncos de encino de los que sacaba la leña. Como todo buen chico urbano, incluso al ritmo de las curvas que franquean los cerros que cada vez aparecen más llenos de pinos y otros árboles propios de climas fríos, yo sólo puedo referenciar sus historias con representaciones de la tele o el cine. Como cliché, si quieren, pienso en “Los herederos”, al menos es un lindo-falso-referente. Nuestros diálogos van desde un niño caminando en los cerros de la sierra gorda, un sociólogo que vive ahora en una zona urbana y regresa a una fiesta de su pueblo, con cierta nostalgia, con cierto reproche por nunca haber aprendido a bailar guapango, y yo intentando explicar algo sobre el tractatus de Witgestein a mi hermana. De pronto, ya estamos en San Joaquín.


Apenas se baja uno de la camioneta y la fiesta te salta encima, aunque el desmadre está mucho más allá, en el kiosco. Aun hay que hacer algunas visitas, que instalarse; no bajaremos hasta más tarde, cuando el concurso de baile comience en el auditorio, alrededor del cual todo este alboroto.


Memo nos cuenta, mientras andamos por las calles del pueblo, de cómo su abuelo mató a algunos de los pretendientes de su mamá, y de cómo finalmente la vendió a su padre por un toro, “es un culero –dice-, dejó que sus papás se murieran un día que se puso borracho, eran tiempos de lluvias, y como el güey estaba bien pedo, no los dejó entrar a la casa; prácticamente mató a sus papás, se murieron de hipotermia”...

Pero el combate comienza ya, ahora en el plano simbólico. El arte te permite todo sin lastimarte tanto; pisotones discretos y empujones sobre el tablado, en lugar de machetazos y balazos. La fiesta está llena de colores, de sexo encubierto, de sexo de aves, que se cortejan, que intenta someterse y no dejarse rendir a zapatazos contra las tablas, exponen sus abundantes faldas como plumajes, incitan y rehúyen, dejan y no dejan; en la mente el baile termina en sexo después de ese cortejo de aves. Y cuando abres los ojos, ves caer a las parejas por los dedos del jurado, o ves el culo enorme y gordo de un padre que chifla como loco y que quisiera subirse al tablado a moler a golpes a los contrincantes de sus hijos; tu quisieras, obviamente, que se quitara, porque su culo es tan grande que no te deja ver nada. El espectáculo sigue, como sea, cortejo tras cortejo, danza tras danza. Ya medio borracho, sonríes un poco por las pasiones agresivas que aún se manifiesta detrás de este combate domesticado. Quizá sí, la pasión es aún posible, el amor; la venganza, más en estos países que los que están del otro lado del mar. Yo me ocupo de mi tiempo tomando fotos.


Al siguiente día, visitar algunos lugares cercanos al pueblo y tomar pulque, mucho pulque, bueno, no tanto, lo suficiente, después volver a la fiesta. Luego, un poco al desasosiego, a la ruta, a la rutina que te lleva de regreso. Como sea, me gusta manejar en las curvas y guardar en la volátil estructura de los recuerdo un espectáculo fotografiable que se queda también en la memoria de una cámara.

Unas imágenes, entonces, pa' que se harten de trapos y colores.


















23/4/10

Yo digo que no he amado

Sólo he amado una vez, con el alma, con los dientes, amor con ropa, amor con todo el cuerpo, amor caminando a solas por las calles buscando flores en jardines desconocidos, una sola flor para que dejara de estar triste, de ir yo buscando su aliento en mi memoria, en tormentas olvidadas que no se parecen al llanto, su olor en el aire, su mirada en todas las miradas, sus pechos; amor con guerra, con muertos, con combates infinitos en los que nadie jamás gana; amor de besos, de abrazos, de tocarse el cuerpo, de volverse húmedo, salado, rojo, morado, de no ser más que la boca, que dos bocas, dos pieles, dos cuerpos, dos sexos; que falta y que sobra ; amor de abrazos, de dos niños, de inocencia, de cuchillos escondidos tras la espalda, ¡sorpresa!... amor de rotos, de desahuciados, amor de paralíticos; amor de impotentes ante el amor, de torpes, de pendejos; amor de todo, amor de nada; amor de nadie, de absolutamente nadie, de ninguno de los dos entonces.

Sólo he amado una vez, pero prefiero no decirlo. Prefiero creer que no he amado, porque si no el amor no es nada. Porque debiera estar en el fin del mundo, debiera arrastrar mi pena como una inmensa sombra que todo lo pudre, que impide respirar, pensar, que impide tener hambre y que no deja que el apetito se zaceado; una sombra como un desierto de cenizas que ni el resto de las lágrima puede humedecer. Debería vivir en la calle, así, como un loco, asustando a la gente y debería guardar un dolor pestilente en el centro del corazón, de tener la angustia de todo el mundo injuriando mi cuerpo. Debería tener un llanto eterno, que me rompiera la voz cada que quisiera pronunciar palabra, que dejara la boca abierta frente a un plato de cereal con leche que se ha hecho aguado. Debería estar en un manicomio, de tener una infinita melancolía que no te rasura, que no te peina, que no te permite tener erecciones, que te quita las ganas de hacer del baño, que no mea, que no caga, que no te permite pensar nunca más en sexo; no te dice hola, no te enamora… ¿cómo, imposible? Debería estar muerto, de enterrar mi cuerpo lejos de todo camposanto, porque fui maldecido, negado, porque fui herido de muerte, descuartizado.

Pero no, no ha pasado, sólo ha habido llanto que no formó ningún rio, un corazón que hecho de carne no se partió jamás en dos; rencor barato, puto, que se olvida con un chocolate, que con el tiempo quedó deslavado como un mural mal hecho. Hay deseos periféricos como la sensación de un día que se apaga; nada ha pasado.

Y qué de ustedes, ya los he visto brindando, fracasados, jactándose de haber amado, de haber amado mucho y de, por lo tanto, haber vivido mucho. Los he oído hablar, escupir tierra, podrir las palabras, enlodarlas, hacer de sus amores un chisme, un anécdota para la cena, el tema de conversación de una reunión cara; los he visto volver a amar, enamorase cien veces, volver a sufrir. Los he escuchado hablar del amor como si hablaran de tortillas, cuando su cuello debería colgar dislocado de una soga pendida de un árbol espantoso, sus muñecas deberían estar desgarradas regando su sangre en un piso frío, deberían estar envenenados, en el suelo ahogados en su vómito; deberían, de menos, haber huido del país a un lugar remoto en el que fueran anónimamente aplastados por la triste, poseedores de una amargura densa, compacta.

Entonces, ¿nos hacemos pendejos? Decimos que no hemos amado y le devolvemos la esperanza, lo dejamos esperando a la vuelta, en la próxima cita, en la mirada de esa mujer guapa con la que chocamos en la calle, en algún lugar perdido del mundo. Y cada que vuelva y se vaya nuevamente, lo hacemos esperar más.

Esperanza, todo se trata de esperanza de ser esclavos y estar bien.

No, el amor no es nada, aunque bien lo ha sido todo.

15/4/10

De mis roces con homosexuales o tengo pegue con los maricas o si hubiera sido mujer probablemente sería lesbiana

Supongo que a partir de este rótulo, ustedes pensarán que enseguida confesaré mis encuentros sexuales con homosexuales, los cuales, quizás o no, por meras cuestiones culturales no son la fantasía ni de hombres “heterosexuales” ni de mujeres en general, a diferencia del sexo lésbico. Pero no; la cosa será menos divertida, o grotesca, según se lea. Aunque usted no lo crea, lo cual no tiene mayor relevancia, hasta donde puedo ver soy la persona más heterosexual que conozco. Aunque igual no conozco tantas personas y entonces lo anterior no tiene mucho significado, y, por otra parte, según la teoría psicoanalista, particularmente la freudiana, señala que los sujetos con especial apego por las artes o sensibilidad artística tiene una personalidad con tendencias bisexuales; en diversas maneras yo soy un sujeto con tendencias artistoides, ergo… Y bueno, aunque creo que Freud se equivoca en esto, de menos en generalizar, y aunque estas teorías han sido desacreditadas en muchos sentidos, repetidas veces, a mí me parece que aún funcionan para explicar ciertos fenómenos de la personalidad y parte del comportamiento de nuestra especia. Como sea.

La primera propuesta homosexual que me hicieron vino de un amigo. Éramos compañeros en la universidad, estoy seguro que el no era homosexual, supongo que nos habíamos dedicado tanto a criticar la moral y los usos y costumbres de la mayoría de la gente que para él era como llevar otra trasgresión a la práctica, pero a mí no me latió, además me parecía que se había mal viajado con los libros de Buroughs que por ese tiempo le había prestado. Solíamos faltar a algunas clases de maestros zánganos y particularmente incompetentes, nos íbamos a tomar unas chelas a lugares apartados en la universidad, discutir y debatir sobre la primer estupidez que se nos atravesara, hasta que los vigilantes comenzaron a echarnos cada vez más rápido. Entonces decidimos tomar la estrategia de “la carta robada” de Poe, la idea era que entre más a la vista estuviéramos seríamos más invisibles, así que nos sentábamos enfrente de las oficinas de las diferentes facultades, cubríamos las botellas con alguna prenda y listo, cuando se acababa el alcohol hacíamos alguna figura con las botellas y nos retirábamos, por más cerveza, a tomar a otra facultad. En verdad funcionó porque nunca fuimos echados de nuevo, luego empezamos a interactuar con las personas que pasaban, teníamos la teoría de que si uno interceptaba a alguien en la rutina de su día, podía cambiar en algo la trayectoria de su vida, así que abordábamos a la gente, a veces sólo los asustábamos o les recitábamos partes de poemas o les hacíamos preguntas filosóficas que igual los asustaban… Pero bueno, creo que ya estoy hablando de otra cosa. Pasó que en uno de esos días, frente a unas oficinas de la facultad de administración y contabilidad, el dijo que quería besarme, yo dije que haría como que no había escuchado, y que le había hecho mal leer a Buroughs, sólo se rió y dijo, “sí, verdad”. Después, todo siguió igual, hasta que, por diversas circunstancias de la vida, como que él dejara la carrera, comenzamos a distanciarnos. Por qué no accedí, porque no me nació, porque la circunstancia me parecía muy artificial y no demostrábamos nada, según yo ninguno de los dos era puto, así que tampoco defendíamos algo legítimo para alguno de nosotros. Quizá habría sido divertido hacerlo en la facultad de ingeniería, donde la mayor parte de los alumnos son hombres y se sienten bien machines. Pero bueno, pasa también que desde mi perspectiva los hombres somos visualmente de mal gusto, psíquicamente torpes y aburridos. Beu me dijo una vez que se trataba de encontrarles el encanto, pero yo sigo sin encontrárselo. Por otra parte, algo que parece contradictorio, yo puedo decir si un hombre es guapo o no, pero es algo que hago de forma artificial, basado en las reacciones que las mujeres tienen hacía ciertas formas que son más o menos agrupables y definibles, pero no porque encuentra ciertamente alguna belleza en estos. Cabe mencionar que está forma mía de hablar y de expresar mis opiniones sobre sujetos me ha valido ser juzgado por otras personas como de una sexualidad dudosa. Ja, Anyway.

La segunda vez un tipo me agarró descuidado, prácticamente me robó un beso (ja, esto se escucha súper gay). Había salido de una fiesta en el centro y caminaba por las calles de nuestra tres veces mojigata ciudad de Querétaro, eran como las 3 de la mañana y yo marchaba bastante alcoholizado pensando cómo haría para regresar a mi casa. De pronto se me acercó un carro deportivo del cual no recuerdo la marca ni modelo, dentro del cual una doña no muy vieja, estilo señora de Polanco, quien conducía el carro y era la única persona abordo, me hacía una pregunta con una voz apenas perceptible. Dado que estaba bastante alcoholizado y que ella apenas alzaba la voz, yo no entendía ni una puta palabra de lo que decía, por lo tanto me acerqué a su ventana y agaché la cabeza para ver si lograba entender qué chingados me estaba preguntando. Después de todo qué peligro podía representar una señora estirada que apenas parecía tener fuerza para hablar. Y tómala cabrón, que me agarra y me da un beso. Entonces tuve esa sensación incómoda de un bigote rasurado que me raspada la boca y sentí pena por las mujeres, porque ellas debían sentir muchas veces esta sensación, para mí nada agradable, de besos bigotones en su boca. Fuera de eso no sentí nada, ni asco, ni repulsión, ni tristeza, ni emoción, ni vergüenza, nada. Luego comencé a hacerle algunas preguntas, al antes señora de Polanco, ahora transexual posiblemente adinerado; digo, de menos debieron salirle en un buen baro el par de chichis, nada despreciable, que se cargaba, e igual el carro. Finalmente parece que se puso nervioso(a) o se asustó con las preguntas que le hice y salió acelerando a gran velocidad en su súper auto. Supongo que ahora soy la envidia de algunos sopla-nucas; yo me quedé aún preocupado por cómo volvería a mi casa, no tenía dinero y obviamente a esa hora no había camiones, pensé, “chales, le hubiera pedido un ride”.

Las conclusiones inmediatas fueron que ahora era una evidencia que el alcohol retarda tus reflejos, y que en verdad hace que veas las cosas como no son, habitualmente reconocería a un transexual a metros de distancia, exceptuando algunos brasileños que son prácticamente indistinguibles de una mujer. Pensarán ahora, que si yo digo que los hombres son de mal gusto visualmente, entonces, ¿por qué no tener algo con alguien que casi luce exteriormente como una mujer? Además, claro, de que me da ñáñaras el sólo imaginar lo que podría encontrar entre sus piernas, es justamente eso, que sólo sería algo exterior. Tengo la teoría de que por más homosexual que sea un homosexual, por más cirugías que se haga y por más que imite los gesto y el tono de las mujeres, su espíritu seguirá siempre más en el espectro de la masculinidad, creo que eso sólo podría cambiarse con una cirugía cerebral de las cuales aún no somos capaces de llevar a cavo. La forma como sucede y como se organiza el pensamiento de una mujer me parece que es completamente diferente a la de un hombre. Estoy casi segura que si se hiciera una lectura de cómo reacciona el cerebro de una mujer y de un homosexual ante ciertas situaciones, el cerebro del homosexual (con caracteres sexuales masculinos par el caso), la mayoría de las veces se seguiría comportando típicamente como el de un hombre. Y si hay algo que me parece feo, es el espíritu de los hombres. Bueno, también el de las mujeres, a veces, sobre todo cuando me dan en la madre. Y claro, están también los homosexuales que serían como mi negativo, que considera que las mujeres son sosas, estúpidas y aburridas, y por eso prefieren a los hombres como hombres, y no a hombres remedos de mujeres; pero esa es otra historia.

Ahora sigo con el porqué la psique de lo hombres me parece un tanto de mal gusto. Por lo demás, besé a otros hombres, con los mismos resultados y la misma sensación incómoda, como castigos en esos juegos manchados que se hace en algunas fiestas alocadas, igual una vez nos pasamos un beso, algo así como el teléfono descompuesto pero con un beso, se lo pasabas a quien estuviera al lado tuyo, a veces eran hombres y a veces mujeres. La idea estaba chida, aunque no era tan agradable cuando tocaba un hombre al lado, pero era como que te dijeran algo con un beso y luego tu se lo tenías que decir con otro beso a quien estuviera a tu lado.

Mis otros encuentros homosexuales, han sido tipos que me querían ligar en fiestas o reuniones o situaciones similares, lo cual me hacía sentir pena de nuevo por las mujeres, porque los hombres somos muy torpes, muy sin chiste. Supongo que ellas están echas para eso (¿o acostumbradas?), para enamorarse de brutos. Y me ha tocado variado. El tipo que te pone “atención” mientras tú le expones apasionadamente tus teorías sobre la formación del arte, pero al final te das cuenta que no te escucha, pero que hace como que te escucha porque quiere ligarte (desde entonces por pura empatía ya no hago eso yo con las mujeres, que falta de respeto ¿no?). O el tipo que parece que tiene más tema de conversación y aunque se le ve de lejos que es un jotazo de closet tú te le acercas y le haces plática, porque finalmente te importa un pepino lo que haga con su culo o donde meta su pipí. Luego ya cuando te estás tomando unas chelas con él y lo ves todo trabado, terminas diciéndole, “ya goooey, ya sé que eres puto, y que me lo quieres decir, pero como además de puto eres un mariquita no lo vas a decir, y también sé que te me quieres insinuar, y que porque parece que no tengo tantos prejuicios como otras personas también soy maricón, pero no. Y es divertido batearlos, así fue como entendí que las mujeres gusten tanto de mandarnos a la mierda; es divertidísimo. También están los tipos vulgares, las mujeres entenderán de lo que hablo. Uno una vez me ofreció varo porque dejara que me la chupara, y esas fueron su palabras; tenía cara de sapo atropellado, y si no le hago a la homofilia, menos a la zoofilia mezclada con necrofilia.

Mis conclusiones al respecto, los hombres no son muy agradables, y si hubiera sido mujer seguro sería lesbiana. También parece que me he visto envuelto en un problema de celos por parte de la pareja de mi amigo homosexual, lo cual hizo que el se distanciara de mí, como sabrán, “puede más un culo que una yunta de bueyes”.

Por otra parte esto me ha llevado a preguntarme, ¿qué es lo que los homosexuales buscan en los hombres? Estoy seguro que muchas de las personas heterosexual que lean esto no han sido acosadas tantas veces por homosexuales como es mi caso; quizá sea mera coincidencia. El hecho es que si bien no soy la persona más varonil del mundo, ni parezco de esos macho man que se masturban con una lija en la mano, tampoco tengo esa típica voz de puñal, o movimientos feminoides; por otra parte, si bien no estoy así como pal perro, tampoco soy un galán de comedia romántica, mucho menos uno tipo estrella porno de película gay, de hecho supongo que para la mayoría de las chicas de mi edad no soy atractivo, parezco un chaval que hará algunos pares de años que terminó la prepa. Y hasta donde he visto, los gusto de los homosexuales que buscan hombres y no transexuales, no varía tanto de los gustos típicos de las mujeres, ya saben, tipo Brad Pitt y cosas así, aunque los morenazos últimamente están de moda. Cómo sea, entonces ¿Por qué mi pegue con la banda homosexual? Una amiga me dijo que porque así son los hombres, le disparan a todo y haber a que le dan; otra me dijo, “es que a un hombre nada más le haces poquita plática y el pendejo piensa que ya te lo quieres coger” (¿les suena?).

Bien, mi teoría es que, en parte porque muchos hombres, quizá los que son un poco putos a escondidas, suelen rechazar inmediatamente a los tipos homosexuales, y yo prácticamente sólo rechazo a la gente que es ostensiblemente pendeja, por lo de más me importa un carajo si son negros, blancos, alvinos, judíos, budista o si en sus tiempos libres se dedican a cachar granizo con el culo; y en parte, por lo que dicen mis amigas: a los hombre nos das la mano y nosotros te queremos coger el pie, la pierna, el culo (hablando en sentido literal pues).

Usted, lector homosexual heterosexual o bicicletero ¿Cuál es su opinión?

13/4/10

Carta a mí mismo

Sé que a la mayoría, en estos tiempos, les importa un pito la poesía, pero a mí me importa un pito que les importe un pito.

I

Me acuso,
a este quien no he sido yo,
de haberme matado la poesía.
Puta madre, de partirme el corazón
y encontrarle vacío,
latiendo como un bip
al teclear la contraseña en un cajero automático,
yendo suave como una banda
de la caja de un supermercado.
La lluvia no sabe más que a agua,
es decir no sabe a nada ya.
Estoy muerto, petrificado,
ausente frente al rumor de mi propia
voz impasible,
siego frente a las imágenes
que podría arrancarle de un golpe al mundo,
extraño frente a mi dolor
y la sangre que brota a chorros de las heridas,
que yo ya no creo mía,
que yo ya no creo mías.

Hay:
Un chopo rojo danzando en el olvido,
un actor hundido en una sala vacía,
decrépito como un poema que la voz escupe
y no pronuncia más,
un corazón pudriéndose
en el cajón de un escritorio
de una oficina en un segundo piso.
Estoy muerto,
Cual el llanto de una ballena
que ha encallado en la playa
y no quiere saber ya más nada.
Soy un soldado sin guerra.

Me acuso,
a mí y a todos los que he sido,
de pronunciar el nombre amor
como una estrategia,
de delinquir, de violar a la esperanza
y no sentir remordimiento.
Me acuso de herir de muerte a la pasión
de perderla en el amor,
esta maldita palabra tan cascada,
y al amor en ella.
Me acuso,
de escribir el nombre de Dios
sólo para incendiarlo
y matar hormigas con su fuego,
de guerrear con todos
hasta que sólo hubiera tierra y escombros,
los labios partidos,
el alma destronada y un cuerpo jadeando.

Me acuso,
de haberlo destruido todo.

Alguien,
alguien allá afuera,
con otro mirada, venido de otra tierra,
mejor de otro mundo…
¿sabe cómo hacer algo de la nada?
¿sabe cómo hacer crecer flores,
que no puedan ser usadas para velorios,
en la tierra devastada por la guerra?
¿Alguien sabe?

Me acuso de combatir,
de despojar de sentido a toda la existencia.
Me acuso de acusarme
y me voy triste de no tener más porque estar triste.
Avergonzado.

Destruyo mi voz en un suspiro.

Mándenme flores…
Alguien,
¿alguien quiere mirar dentro de mi tumba,
sacudir mi cuerpo para ver si la muerte cae como polvo,
piel vieja?
¿alguien sabe cómo hacer algo con la nada?

Si alguna vez escribo la parte II de esto, será porque encontré alguna forma, si no, pues no.

4/4/10

Beu


Si leen los comentarios del post anterior sabrán por qué este dibujo... y... creo que eso es todo. Saludos y ojalá se mueran pronto.


pd: Eso que parece un queso en la taza de café es la luna. Pero bueno, todos saben que la luna es de queso y esas cosas.