10/12/07

A favor y contra el aborto: la voz que se calla en la voz del poder

Muy pronto hemos aplaudido algo que, en efecto, deberíamos aplaudir pero con cierta tristeza. Porque hay cosas, en eso que felizmente aplaudimos, en las que seguimos siendo hablados por el Otro, del que, finalmente, somos parte. Esto que aplaudimos, y que, cierto, ha costado el trabajo de muchas personas, que ha sido el esfuerzo de muchos grupos y gente que han tenido el valor de darle voz a algo que quedaba fuera de los discursos, que molestaba y por ello se marginaba, se condenaba al “silencio” y al reproche, a la persecución y el castigo, es también, a un mismo tiempo que humanización de una sociedad como práctica posible, una “axiomatización” del poder, una re-asimilación de un cuerpo medio ajeno, incómodo, al discurso del poder que lo ha re-polarizado, cambiando su imagen de la ilegalidad, reprochada, a la de la legalidad, hoy, cuasi-asimilada. En tanto esta forma inevitable de los devenires de una sociedad, se vuelve blanco, más que blanco un útil, de los conflictos he intereses, ajenos al asunto en cuestión, político-partidistas. En cuyos dominios es usado como estandarte, como máscara y chantaje de algo que, aceptando la evidencia de la máscara, no es. Sin embargo, sería grandiosos que al menos algo bueno resultara siempre de estás luchas de dominio, en el que los problemas sociales, terriblemente reales, son sólo imágenes desprovista de referente, signos, como cartas en un juego, con ciertos valores, con cierto peso según conminen un estado de dominio. No obstante, al nivel del juego, su valor es el de signos cuantificables, en el que no llegan, siquiera, a tocar lo simbólico. Recordemos que algunos de los motivos para la defensa de la legalización del aborto, era que constituía un problema de salud pública (cerca de un millón de abortos que entre niñas y mujeres se realizan por año, suena como un problema), cuyo concepto es extraído de una cuantificación de la incidencia. Como si fuéramos una horda de animales a los cuales aquejara alguna molesta enfermedad, a los que, de hecho, tampoco tenemos derecho de tratar bajo esos términos. El punto es que deberíamos preguntarnos si esto es en realidad un argumento ¿No se tenían en juego los derechos de los individuos (entre ellos el de la salud, obviamente), el derecho de las mujeres, en específico?¿No se trataba de ello, o es, más bien, la salida fácil a un problema que no se está abarcando en todo su espectro?...
¡En hora buena! Pudimos decir, y se dijo ese 24 de abril. Pero yo lo hice con esa vergüenza que aún ahora tengo, como miembro de esta sociedad, ciudadano de este país en el que a veces se ganan cosas por pura suerte, como consecuencia de alguna disputa entre los egos de los grupos de dominio, en el que, las más de las veces se pierde mucho por ese mismo juego y en el que, evidentemente no se afrontan verdaderamente los problemas.
He decido abordar ahora este asunto, el que, seguramente, en este momento, tiene prendido a alguien y le vacía el estomago, pero del que, espero, ser un poco anacrónico respecto de su existencia mediática. Del que, en fin, ya no escucho a todos, como ecolalia de los televisores, repetir las misma palabras de las que no se preguntan verdaderamente que sentido tienen, como palabras, como evidencia de los autómatas que nos estamos volviendo, de los que los discursos son sólo imágenes, simulacros. Mientras la realidad la llevamos en el vientre, o en el vientre de la mujer que dejamos sola por esa cosa que lleva ahí; la realidad la llevamos clavada, esperando que sea sólo otro discurso que no quisimos entender, pero que pronunciamos, otra imagen o un simulacro, un simulacro de un embarazo no deseado.
Evidentemente hemos ganado, porque ya no serán ahora perseguidas las mujeres, ni los profesionales de la salud que las asistan, porque ya no serán satánizadas, porque ya no estarán tan “solas”, al ejercer algo sobre lo que, desde siempre, debieron tener derecho. Quisiera detenerme un poco aquí, porque estoy algo en contra de ese ya “no estar solas” que se ha usado. Primero, porque es un hecho inevitable que la mujer va vivir eso sola y no de ninguna otra forma, incluso en el caso que no haya sido decidido por ella, en el caso en que el que no sea responsable, si no que haya sido más o menos forzada, instigada. Por otra parte, este argumente constituye, también, una distribución de la culpa y des-responsabiliza al individuo; el peso se reparte en toda una sociedad que lo legitima, y ya no sobre un individuo que es perseguido, margina y reprochado. Cosa que no es del todo negativa y es parte de lo que se buscaba, pero esa forma de levedad de las acciones, de la reversibilidad de las actos como la salida fácil del problema, también constituye un peligro.
Bien, ahora mismo estamos seguros que hemos ganado esto, que la mujer puede decidir sobre su cuerpo, que está ahora en derecho de decidir cuando interrumpir un embarazo. Espero que nadie venga con ese argumento fácil de que se está vedando una vida, de que quizá, en ese aborto del embarazo, por los motivos que hayan llevado a una mujer a tomar esa decisión, se está asesinando a un futuro Einstein, Beethoven o Chespirito. Porque sí, es probable, en el rango en el que esas anomalías tienen lugar, digamos que si en este año se “asesinaron” a un millón de “niños”, amiga asesina que te decidiste a abortar, no te preocupes, seguramente no mataste al próximo Einstein. Por otra parte, el uso del término de asesinato puede estar fuera de lugar, presupone muchas cosas que quizá siquiera tengan lugar, también es un problema de concepto en el que se banaliza el problema. Si no tenemos una definición suficiente de ser humano, si la ciencia, tampoco, puede aclarar bajo qué condiciones podemos especificar, podemos decir que algo es un ser vivo, cómo podemos entonces hacer alguna aseveración. Tenemos que mirar la problemática real, como cuáles son las expectativas de vida del no-nato y de la madre. También está el problema sobre qué es lo que se está haciendo, un aborto significa una interrupción, la muerte es una interrupción de la vida, un asesinato es la privación de la vida de un individuo, porque no se asesina una pierna o un seno. Ahora, cómo sostener esto cuando no hay un sujeto claro sobre el que recaiga tal acción, cuando es prácticamente indiscernible entre qué es qué, donde termina el cuerpo de la madre y empieza lo que lleva en su cuerpo que ya no es su “cuerpo”, me dirán, que eso es más o menos especificable, que es una metáfora, pero hay momentos en los que, al menos, el cuerpo separado del no-nato del cuerpo de la mujer, no tiene sentido, por el momento, como individuo posible, no se sostiene por sí mismo. Finalmente no podemos estar seguros y sólo tenemos un rango disperso. Tampoco podemos apelar a entidades como la Biblia, según sé no se da en ésta en específico una definición de lo que es la vida, y en el caso que lo hiciera, no nos podemos confiar de algo en lo que se escribió que había luz sin haber sol; finalmente la misma iglesia acepta que no se puede tomar todo lo de ésta al pie de la letra, de forma que la religión no podría apelar a un concepto de vida desde su propio sistema, tendría que recurrir a otros en los que tampoco seguramente se tendrán respuestas contundentes. Volviendo a nuestro anterior problema, el chantaje que constituye la propuesta positiva de que probablemente con un aborto se esté privando de la existencia a un próximo genio, no es un argumento. Primero, porque es ilegal y fragmentario, amputa parte de su propia problemática, oculta información para su beneficio. Es decir, en tal caso, no podemos sólo aceptar un rango específico de virtualidad de un individuo posible, porque en los extremo de esta afirmación, no sólo están los einsteins, freuds, gandhis, también están por, otra parte, los hitlers, los stalins, los mansons. Así que en la improbabilidad de la privación de la existencia en un aborto de un genio bueno, también está la improbable privación de la existencia de un genio malo; lo cual desde esta perspectiva mocha, reduccionista y generalizante, sería un acto positivo. Así, amiga asesina que te decidiste a abortar este año, no te enorgullezcas, porque muy probablemente no mataste al próximo Charls Manson, sino a cualquier otro individuo insignificante como tú y como yo. Ahora viene este problema ¿No es la vida importante en sí misma? Pues yo supongo que sí y apuesto por ello, por eso me parece inmoral este argumento que ni siquiera es un argumento. Ahora la vida tiene valor porque virtualmente pudiste ser alguien importante, pero como eres sólo otro individuo cualquiera no importas. Tu vida no importa, no es un referente, eres sólo un número; tu vida no vale, no tiene peso. Eso es inmoral, no el que hayas decidido que no querías joder más tu vida de lo miserable que ya era y con ella joder la de alguien más que en ningún momento te pidió que lo trajeras a tu mundo en una sociedad a la que no le importas, que te mira siempre con desprecio, que es de lo más miserable y que sin embargo tiene el descaro de reprocharte que tomaras esa decisión, de escupirte en la cara con el más terrible cinismo sobre su propia culpa. Igual el delincuente, el violador, el sacerdote, el sacerdote pederasta, las mojigatas; igual las prostitutas y los políticos corruptos, los acosadores sexuales con corbatas y trajes, los violadores domésticos; igual el papa desde su trono en su palacio, o el camionero desde el asiento en su camión, junto con todos los pasajeros, se atreven a llamarte asesina. Eso es inmoral, un comercial de Chespirito en el que se muestra a sí mismo como una virtualidad imposibilitada en el aborto, ninguneando las otras vidas en sí mismas insignificantes; las otras vidas son las de todos, los más, las de las mayorías, que no son tan famosos como la virgen de Guadalupe. Inmoral es eso, no un comercial en el que una mujer mostrara los senos. Inmoral que se prohíba el uso del condón o el uso de anticonceptivos, y después tener el descaro de reprochar el aborto. Al menos esto hemos ganado ahora, que ya no sean castigadas, perseguidas, las mujeres, por un problema que concierne a toda la sociedad; que ella misma, la sociedad, comience a aceptar su culpa.
Pero bien, dejemos esas cosas de mal gusto. Yo no estoy en contra de la vida, pero estoy a favor de la dignidad, de vivir con dignidad. Y apoyo el aborto y su despenalización, como un acto en el que un individuo está en posición de decidir sobre sí mismo. Sin embargo estoy en contra de que sea la “solución” a un problema que va, evidentemente, mucho más allá. La despenalización del aborto en el DF se ha dado como la salida “fácil” (no digo que haya sido fácil, porque costó mucho trabajo, lo digo sólo en este sentido), ante un problema que no va solucionar. No vamos a legalizar mañana las drogas y esperar que los adictos desaparezcan. Esta analogía es muy agresiva y salvaje, pero señala el punto que quiero marcar, no se debía legalizar el aborto como la respuesta a un problema de salud pública, como la respuesta a un problema que persiste y se amplifica, de la misma forma que no se debería legalizar la violación si estuviera causando un problema de salud publica. Es decir, no se trata de que un día tengamos que legalizar la violación para que usted tenga una violación digna y no vaya quedar embarazada, luego tenga que abortar o contraiga una enfermedad de transmisión sexual. Evidentemente no podemos equiparar una violación con un aborto, es desmedido. El punto es que la solución a ese problema no se encuentra en ello, la solución a la incidencia e incremento del aborto por “embarazos no deseados” no es la despenalización del aborto; evidentemente no. Y quisiera remarcar esto, estoy hablando del aborto en embarazos, me parece que los otros casos están fuera de discusión y su despenalización es parte de lo que verdaderamente hemos ganado. Pero, en este caso, el “embarazo no deseado”, hay sólo una apariencia de un avance, y todo lo que se pudo haber ganado con la despenalización del aborto queda desvirtuado. Si lo que estamos apoyando es la libertad de decidir de las mujeres no podemos hacerlo sobre esa salida, porque estamos a la vez apoyando que las mujeres no decidan realmente. Los embarazos no deseados son eso, no deseados, no decididos. Sobre la base de esta despenalización del aborto como acto de libertad para la mujer hay una base de in-decidibilidad sobre su cuerpo, en tanto no puede decidir sobre cuando quedar o no quedar embarazada; a lo que debe responder con esa “decisión”. Después, cómo podría dársele el derecho de decidir sobre algo de lo que en un principio no está decidiendo. Existe ahí una contradicción de principio. Evidentemente, el caso de la violación como “embarazo no deseado” queda descartado. La violación es algo que se debemos reprochar sin cuestionamientos, aquí también debemos asumir una virtualidad, la del individuo como victimario, debemos asumir un nosotros; el individuo se ha de afirmar cada vez como no-violador, de forma que esta solidaridad con el violador sea la que nos permite legitimar una denuncia; no es si lo pensaste o no, puedes pensar robar cualquier cantidad de cosas, el punto es que no lo haces y dada está igualdad de potencia, ser igual con el delincuente virtualmente, es que podemos reprochar sus actos. Pero vuelvo a nuestro tema. Finalmente para este problema sigue siendo mejor la legalización del aborto, aunque no pretenda ninguna solución, finalmente la prohibición no soluciona nada, y aunque lo hiciera no presentaría ningún verdadero avance, en cuanto a una presumible libertad de derechos de los individuos. Ahí, no es tanto la mujer quien decide, quien habla; su voz es silenciada. Decide el poder desde su normatividad del problema, cuya afronta sistemática la reduce a la medida de control, al dispositivo para administrar un problema que conmina su cuerpo social. La “solución” tiene más esa forma de estrategia administraba, como solución a un problema para gestionar los recursos humanos; el individuo se diluye, su problema se rarifica, se neutraliza; su voz se calla en los quehaceres de una anatopolítica. Seguramente si tuvieran una vacuna para resolver esta “enfermedad”, gustosos la usarían. Así, en este hacer callar la voz del individuo, se vuelve ser hablado por el poder. Ser hablado, más allá de lo que a diario somos hablados por los flujos mediáticos, en los que se constituye una ilusión de libertad de opinión. Ahí nos hemos callado, hemos perdido. Es evidente que si de lo que se trata es de hacer más libre al individuo, de dotarlo de una posición desde la que puede decidir, desde la que tiene un lugar legitimo para decidir, el hecho de que los “embarazos no deseados” sigan en aumento no es un bueno indicado; supone que, de hecho, no estamos decidiendo. Por eso reprocho a todos aquellos que hayan salido a gritar, a aplaudir, a proferir a repetir sin tristeza el engaño en el que habían caído: “ahora la mujer sí puede decidir”; y sí, lo hace, pero por otra parte no decide nada, porque no puede, porque sigue sin tener esa posición. Al menos la puertas quedaron abierta, ganamos más. El problema es un problema de educación, de cambiar como sociedad, de dejar de hablar a escondidas, de dejar de tener vergüenza; de poder hablar, de educar a los hijos sin vergüenza, para que ellos tampoco la padezcan. Todo se resuelve ahí y en eso no hemos ganado. Que la mujer decida sobre su cuerpo es que no tengan que llegar al límite en el que tiene que practicarse un aborto. Límite en el que, finalmente, volverá a estar sola como individuo, ahora no tan sola, por una sociedad que comienza a entender su acto, que se da cuenta que ella misma la orillado a ese límite sin retorno; en el que no se puede ensayar, el que, inevitablemente, no podrá ser borrado.
No creo que abortar sea fácil, y a quien le parezca así eso mismo no habla bien de él. Me parece que esta aparente levedad, que esa virtual reversibilidad de los actos, que comienza cada vez más a des-responsabilizar al individuo de las sociedades, no es el mejor camino. Por eso el camino no es tanto el aborto, como el poder verdaderamente decidir sobre el cuerpo de cada quien, con responsabilidad y conciencia. Finalmente, la puerta ha quedado abierta, es nuestra decisión, la decisión de ellas, incluso contra su pareja. Ese cuerpo, el cuerpo de la mujer, no es nuestro, ni de la sociedad, ni del estado, no es de nadie, sólo de ella... no dejen pues, que decidan por ustedes, sapere aude: Atrévete a pensar.

2 comentarios:

Marilú Repudio dijo...

asi como te sacas un moco de tu cuerpo.. yo puedo sacarme lo que yo quiera yo estoy a favor...!

Anónimo dijo...

Yo no estoy en contra del aborto. Estoy en contra de que se use como una solución al incremento de embarazos no deseado. De que se llegue al punto de comparar a un "individuo", más o menos indefinido pero posible, de entre dos y tres meses de existencia, con un moco. No es lo mismo, ni siquiera es lo mismo cagar o vomitar que sacarte un moco.
Si no pudiste decidir sobre usar un método anticonceptivo, sobre que tu pareja usara preservativo, talvez tampoco deberías tener derecho a decidir sobre algo que, quizá, ni siquiera te pertenece. Porque, seguramente, si tienes acceso a inter-net, también tienes acceso a diversos métodos, a la información. Así que, de menos, en tu casos parece que no se podría apelar a la ignorancia.

Aunque podrías argumentar en qué sentido tiene algo que ver un moco con un no-nato que llevas en el útero porque alguien te cojió y talvez no te cuidaste y talvez él tampoco, y ahora, además de un niño, tienes una asquerosa y supurante enfermedad de trasmisión sexual, la cual también deberías poder sacártela como un moco. Pero no es lo mismo, lamentablemente, no es lo mismo.